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Bach: Conciertos de Brandenburgo
Los Concerts avec plusiers instruments
fueron dedicados (y bellamente caligrafiados en un florido francés) por J.S. Bach
en 1721 al Margrave de Brandenburgo como una disimulada solicitud de empleo en su
corte. Los conciertos, desobedientes ante una fórmula reglada, nunca fueron
concebidos como un conjunto, ni siquiera para ser interpretados de manera
continua: Bach las seleccionó de su catálogo de obras escritas desde 1708 para
demostrar su dominio de todo tipo de formas concertantes, inusuales e
impredecibles, cada una con su personalidad y atmósfera paisajística,
requiriendo una configuración pirotécnica de instrumentos solistas, y que a
veces varía según los movimientos, recordando sus heterodoxos registros organísticos.
Si bien en el muestrario principesco
restallan tanto la pompa de la guerra y el privilegio magnánimo de la caza como
murmullan la benevolencia rectora y la afección pastoril, la prioridad de Bach al
recomponer los Brandenburgo fue hacia los intérpretes más que hacia los
oyentes. Repasémoslos en un orden aproximado de antigüedad:
146 lossless recordings of Bach Brandenburg Concerti (Magnet link)
El concerto Nº 6 (BWV 1051) posee
los vínculos estructurales y temáticos más estrechos con los modelos italianos:
Una experimental, adusta y magra instrumentación (no muy lejos de un coro
masculino, siete músicos en total) de cuerdas graves (y obviamente continuo,
como en el resto de conciertos), entre ellas las ya arcaicas violas da gamba.
El allegro arranca con un canon sincopado bordado por una nota pulsante
repetida. El adagio ma non tanto (un lamento de dúos canónicos) se
dispone para dos violas da braccio y violonchelo, mientras las gambas
guardan silencio. El movimiento final en forma de giga combina elementos ritornello,
da capo y rondó.
La
afirmación de que la discografía de los Brandenburgo comienza con la
versión de Reinhardt Goebel (Archiv, 1986) puede parecer y es (la materia prima de la creatividad
es la ignorancia) insolente. La tradición
interpretativa, recogida en más de un siglo de grabaciones, refleja
innumerables cambios de gusto y de práctica. Afortunadamente hace tiempo que
dejamos atrás la época en que afelpadas orquestas al completo intentaban tocarlos,
salpicadas de problemas de equilibrio y textura, con inapropiados fraseo y
acentuación: Cual Casa Usher, el edificio desaparece en aguas cenagosas. Incluso
las primeras lecturas con planteamientos historicistas, como las de Harnoncourt
o Leonhardt, hoy suenan caducas en la búsqueda de un resultado final (o una
emoción) que enlace con las intenciones del compositor. Goebel es el Mengelberg
bachiano, exagerado, desproporcionado, un activista intelectual y deliberado (radikal sonora) contra
el arraigo tradicionalista, ya sea como moderno Prometeo o como doctor
Frankenstein. En una improvisación en continuo stretto, extrema la
rudeza, ritmo y presión de los arcos de una Musica Antiqua Köln arrebatada y
frenética, astringente de furia dinámica y salvajismo inhumano, cincelando una esquizofrenia punzante, violenta, y en todo
momento coherente. Momentos efervescentes a destacar serían las corcheas belicistas y decididamente
ilegales del finale del 3º, o la magia en los acordes desincronizados y
la cadenza del 5º, con el clave dominando la textura, suspendida más allá del
tiempo. Su posterior traducción con los Berliner Barock Solisten (Sony, 2016), con
instrumentos modernos y afinación alta, es una autoinmolación regicida.
El concerto Nº 3 (BWV 1048) divide
por tesitura las cuerdas en tres grupos (de violines, violas y cellos),
siendo los tutti interpretados por cada sector al unísono, lo que da
lugar a una armonía a tres voces; en los soli las secciones se separan,
siendo el principal elemento de contraste la diferencia tímbrica. Bach cementa únicamente
dos acordes con la indicación adagio en el movimiento central; puede ser
aceptado en su perfección tal cual, o como indicación improvisatoria por parte
de uno o varios solistas. El final arremolina un perpetuum mobile de
semicorcheas en el estilo de una giga, tejiendo un incisivo contrapunto.
Jordi Savall ilumina la escena con velas
en un cultivado concepto, íntimo, educado y sin atrevimientos destacados, poco
jubiloso e introvertido, de tempi sosegados, escuetas dinámicas y fraseo
muy flexible. La articulación prudente y caballerosa del allegro en el
3º permite contemplar la minicadenza por todas las cuerdas en varias
tonalidades, sin costuras, siempre con tersura aterciopelada, sombría y noble (c.
109 y ss.). En el presto del 4º cada línea de la fuga fluye de forma
clara e inalterada, rebosante de compromiso y concentración, con la vista
puesta en la estructura en arco. Excepcionales 2º y 6º, navegados en rubato y sorprendentemente
gobernados por Savall, moderado y juicioso, desde el basso di viola. La
afinación y la conjunción de Le Concert des Nations pueden sufrir en detrimento
de la espontaneidad, pero sus miembros se escuchan unos a otros, reflejando y
haciéndose eco, respondiendo a sutiles cambios de presencia o agógicos. Empastado
y cálido sonido, velado en sepia (Alia Vox, 1991).
El hetereogéneo concerto Nº 1 (BWV 1046)
presenta cuerdas (entre ellas un violino piccolo, afinado una
tercera menor más alto), tres oboes, fagot y dos trompas de caza (inéditas en
la música cortesana, que chocan rítmica y armónicamente, haciendo su presencia
evidente) divididos en tres secciones que se contraponen llamativamente a lo
largo de la obra: Al tradicional esquema rápido-lento (donde el cambio de
tonalidad y el ambiente tranquilo obligan a omitir las trompas) -rápido se
añade una elegante selección de danzas, creando un híbrido entre el concierto y
la suite.
La lectura de Diego Fasolis rebosa de
detalles híbridos que la individualizan, empezando por el generoso ripieno de
cinco violines: Ya en el allegro inicial los vertiginosos ritmos
cruzados (cc. 2-3) montan una algarabía digna de un concierto al aire libre; a
medida que el tema pasa de una voz a otra en el adagio los roles melódicos
o de acompañamiento se van difuminando hasta una disolución casi weberniana. Su
brusca conclusión, bordeando la
tosquedad, propulsa un rápido allegro en el que Fasolis
simula crescendi añadiendo más
y más instrumentos. En el minueto la presencia subversiva
de las obstinadas trompas crece en cada repetición; en el segundo trío, llevado
a un ritmo constante, los oboes se entretienen con estimulantes semicorcheas en
las repeticiones. I Barocchisti desbordan contrastes dinámicos inesperados e impactantes
y sobresaltan con entusiasmo temerario, irreverente pero no provocador. La toma
sonora (Arts, 2004) es irregular, a veces densa de texturas, a veces mareante
en su dispersión origámica, pero concede colores saturados y graves sólidos.
La instrumentación asimétrica (y, en
primera instancia improbable) del jazzístico concerto Nº 2 (BWV 1047) apunta
a una composición posterior: Un ripieno relativamente simple opuesto a
un amplio pero reservado concertino de trompeta, flauta, oboe y violín, que en
el allegro inicial fluye con riqueza episódica, asombrosa y compleja,
con continuos deslumbramientos armónicos y claroscuros dinámicos. La trompeta (tocada
en su registro superior de clarino) descansa junto a las cuerdas en el
meditativo adagio central para solventar la feroz exigencia técnica del allegro
assai conclusivo, donde Bach superpone una fuga festiva al diseño ritornello.
Rinaldo Alessandrini vuelca al Concerto
Italiano en la variedad tonal, la conversación sin aristas, la intimidad de los
andantes, la cadencia elástica de la danza, la gestualidad retórica, casi
madrigalesca. El concierto nº 1 sale especialmente bien parado al contrastar un
primer movimiento galopante (y de métrica
ligeramente alocada), enfatizada su raigambre rústica,
soleada y vivaz con un movimiento lento vocal, inesperadamente exuberante y de
bella inflexión, mientras que en la tanda de danza, entre minuetos parlanchines
y despreocupados, la polonesa recibe un tratamiento inusitadamente tierno. Confusión
muy organizada en el 2º: El trompetista templa la fuerza de sus vertiginosas
notas agudas para no ahogar a sus compañeros, que lanzan frases melódicas hacia
delante y hacia atrás con una sincronización soberbia, manteniendo un abigarrado
y animado regocijo (cc. 77-81), decorado con fruición y concluido abruptamente,
sin ningún ajuste de tempo o dinámica. Las violas cobran a menudo
protagonismo, recordando que a Bach le encantaba desempeñar este instrumento, como
en el 4º, en el que Alessandrini encuentra un pulso justo y comedido para el allegro.
Gran prestación al clave en el galante 5º. La resonante acústica del Palazzo Farnese entrega diafaneidad de texturas,
inmediatez y poca profundidad (Naïve, 2005).
En el concerto Nº 4 (BWV 1049) un violín
y dos flautas se sitúan como concertino en tesitura alta, muy contrastados
respecto al transparente ripieno de las cuerdas. Al alegre ambiente campestre
del movimiento inicial le sigue un solemne andante de ritmo afrancesado,
único lento que hace uso del conjunto al completo, en diálogo reminiscente
corelliano (el claroscuro es enfatizado por las dinámicas ya que ripieno y
concertino comparten temática). Presto final fugado a cinco voces, un ensayo
sobre suspensiones y disonancias, con arrojados pasajes para el violín.
Uno de los principales aciertos de
Richard Egarr como mediador-líder entre los miembros de The Academy of Ancient
Music es la afinación a la moda francesa (la=392Hz), es decir, un tono completo más bajo que la actual. La experiencia sonora resulta novedosa inmediatamente y permite un mejor equilibrio entre solistas.
El otro pilar esencial es la concepción global de los concerti
como danzas reposadas, a ritmos (que suenan) ligeramente anticuados (y
encantadores), de modales suaves y masivos ritardandi, colmados de
detalles como los glissandi de
las trompas en el adagio del 1º, el señorial tempo del minueto (que
permite asumir correctamente las proporciones para las secciones en 3/8 y 2/4),
las pausas (levemente irritantes) antes de las cadencias en el movimiento
inicial del 2º, la línea grave del continuo doblada una
octava abajo en el violone, muy apreciable en el lento del 4º, o por fin, las significativas
fluctuaciones de tempo en el 5º. Sabido es que Bach
variaba la textura de sus realizaciones de bajo continuo en función del
contexto: Egarr añade discretamente
alternadas tiorba y guitarra, que, aunque poco plausibles musicológicamente,
aportan un exótico aroma. La colocación estratégica de los grupos sonoros
caracteriza esta grabación (HM, 2008), cuya acústica eclesial proporciona una
reverberación que arropa la utilización de una parte por línea. La ya lejana
grabación de Hogwood (L’Oiseau Lyre, 1984) con el mismo
conjunto (nominalmente) sigue siendo la única que presenta los conciertos en
sus primitivas versiones, antes de que Bach los revisara para el Margrave.
Un instrumento domina hasta tal punto el elástico
Nº 5 (BWV 1050) que puede considerarse como el primer concierto conocido
para clavicémbalo, siendo los otros solistas el violín y la moderna (por
entonces) flauta travesera. El continuo crecimiento y desarrollo del intrincado
allegro inicial se va disolviendo minimalísticamente en una sofisticada y
extendida cadenza del clave, cerrada con un ritornello homofónico y
vivaldiano. El affettuoso central está destinado en exclusiva a los
solistas, como una civilizada sonata en trío, pero en una textura a cuatro,
resultado de tratar las partes derecha e izquierda del teclado de forma
independiente. El concertino ofrece una exposición fugada para el rítmico finale,
combinando el ritornello con el aria da capo.
de la Akademie für Alte Musik Berlin nacieron allá en 1997 como reto directo a
la ya legendaria versión de MAK. Una generación más tarde, y argumentando un
mayor conocimiento de la ornamentación historicista (apoyada
en juegos agógicos gustosos y distinguidos en vez de decoraciones formales), regresan
con tempi nerviosos y cambiantes, orgánicos y flexibles, fluyendo en una
vibrante diversión. En este 5º concierto, llegados al c. 20 comienza un
fantástico proceso modulante donde la armonía va cambiando poco a poco
siguiendo las figuraciones del violonchelo. El diálogo claramente definido
entre el conjunto y los solistas se diluye a medida que las voces rehúyen sus
papeles con un emocionante desacato, por ejemplo en la inflexión del tono que
hace el traverso en los trinos cromáticos (cc. 95 y ss.) antes de la libre y elaborada fantasía, un despliegue desmelenado
de virtuosismo abrumador de sesenta y cinco compases, gesto sin precedentes y
audazmente innovador, recreado aquí en un estilo improvisatorio, casi
caprichoso. Otros lugares a visitar
podrían ser la deliciosa rebeldía de las trompas agrestes y los contrastados
ritmos y caracterización de las danzas que cierran el 1º; la vitalidad rítmica
en el 2º; o la maravillosa urdimbre textural en la recapitulación del tema de
la fuga (cc. 207 y ss.) en el 4º. Toma sonora (HM, 2021) resonante dentro de la
naturalidad, con las intervenciones de la cuerda grave esporádicas y ligeras.
Bach: Sonatas para flauta y clave BWV 1030-1031
Las sonatas para flauta y clave de Johann Sebastian Bach son obras de inusual modernidad conceptual: La voz intermedia entre canto y bajo se realiza, íntegramente y con caracteres de plena autonomía en el discurso triple polifónico, por la mano izquierda del clavecinista. El resultado es una elocuencia de extremas transparencia contrapuntística y variedad tímbrica obtenidas por la igual importancia que se le da a los diseños de la flauta y a la parte superior del clavicémbalo, mientras que el bajo generalmente tiene un papel subordinado. La amplia tesitura (re1 a sol3), el mayor volumen y el timbre más flexible del nuevo instrumento “flauto traverso”, que también se conocía como “flûte allemande”, ensancharon sus posibilidades musicales y no tardaron en desterrar a la flauta dulce de pico habitual hasta entonces.
La audaz Sonata en si menor “a cembalo obligato e traver solo” (BWV 1030) se cree compuesta al final de su estacia en Weimar, entre 1718-1723, con una profunda revisión en su época de Leipzig, hacia 1736. Se articula en tres movimientos, siendo el Andante un dúo concertante de movimiento incesante que se va abigarrando entre ritornelli con imitaciones y dicotomía entre pasajes diatónicos y violentos cromatismos. El Largo e dolce, en dos secciones con repeticiones, va destinado al lucimiento delicado de la flauta mientras el clave se atenúa desde el punto de vista melódico. El Presto consta de una breve fuga a tres voces encadenada a una arrebatada giga en estricto diálogo canónico alrededor de un tema eternamente sincopado e intervalos discordantes.
La apacible Sonata en mi bemol mayor (BWV 1031) parece estar creada en el periodo 1730-1734, y quizá sea, junto a la posterior Ofrenda Musical, una solícita tentativa para acercarse a la corte prusiana; de ahí la conjunción de técnica composicional conservadora y lenguaje afectivo progresista. El aireado movimiento Allegro moderato se abre con un solo de clave que desarrolla en arpegios los pilares de la tonalidad, tras el que los dos instrumentos conversan elegante y equitativamente con propuestas melódicas diferentes, la flauta modulante entre ritornelli, el teclado animoso a modo de estribillo. El motivo del Siciliano, de nostalgia punzante y carácter albinoniano, es enunciado por la flauta sobre las oscilaciones inmutables del clave, entre las que destacan algunos remedos canónicos. El bipartito Allegro parte de un aire scarlattiano, en una persecución instrumental feliz e incansable, entre la narrativa y la danza.
40 lossless recordings of Bach Sonatas for flute & harpsichord BWV 1030-1031 (Magnet link)
Parte del programa regular de todos los conservatorios de flauta, no hay demasiada distancia entre las grabaciones de las sonatas de Bach en lo que respecta a la elección de tempos o inflexiones, embellecimientos o carácter. Sí en cuanto a los diferentes sabores que proporciona la elección instrumental: Cualquiera de las grandes interpretaciones apoyadas en la flauta metálica tradicional está limitada por sus propias características y no admite más barroquismo que la ornamentación, pero nunca en la técnica instrumental (ataque, articulación, afinación). Repasemos rápidamente algunos ejemplos: Fernand Caratgé y Ruggero Gerlin (Green Door, 1957) discuten sobre la marcha, aquél con sentimentalismo y tímbrica dulce y suave; éste, plúmbeo el clave.
Jean-Pierre Rampal dejó constancia para Erato en 1962 de su contagiosa espontaneidad expresiva asociada a un fraseo flexible, gran rango dinámico y un magistral dominio del vibrato que le permite sutiles cambios de color. Sicilianolacrimógeno, con acordes inventados al clave de Robert Veyron-Lacroix.
Aparte del aliento ilimitado de Maxence Larrieu, la edición Philips de 1967 destaca por la habitual personalidad e inventiva de Rafael Puyana: La diversidad de registros de su instrumento Hass de 1740 provee una verdadera sonata en trío, un teclado no solo como marco armónico, sino como compañero en la exposición de los temas, con rotura de arpegios y chispeantes ornamentos.
Las sonatas son técnicamente problemáticas para cualquier flautista debido al devenir del plan armónico diseñado por Bach: La descomunal tesitura requerida y las problemáticas digitación y entonación no tienen parangón en ningún otro compositor. La longitud excesiva de algunas frases sin pausa explícita para que el intérprete pueda respirar solo está sometida a la ley perfecta reflejo de la voluntad divina: El contrapunto. Además la flauta barroca tiene una notoria vaguedad en su afinación, cayendo al final de cada frase y creando disonancias con el acompañamiento a menos que el solista sea capaz de mantener el tono en cada ocasión. El instrumento en sí mismo estaba sometido a una vigorosa experimentación a través de la continua iteración ingenieril, de modo que los ejemplares supervivientes tienen importantes diferencias en timbre, entonación, equilibrio entre registros e intervalo dinámico. Una generación después de la lectura de Stephen Preston y Trevor Pinnock (la palidez británica en su apogeo: serenidad de los tempi, cartesianismo metronómico y planitud dinámica, CRD, 1975) Ashley Solomon opta por una travesera de timbre tranquilizador y gentil, equilibrada en su amaderada tesitura. Su afinación un tono por debajo del grado moderno produce un color oscuro sin necesidad de un continuo suplementario. Franca y directa, de fraseo largo y concepción vocal. Los cambios de registro del florido clave de Terence Charlston añaden un imaginativo plus a su rubato, que remarca la concepción de concierto italianizante del desmesurado y melancólico andante. La leve ornamentación se refugia en la óptima acústica eclesial, íntima y cercana (Channel, 1998).
La urgencia y vitalidad que desprendía la lectura de Wilbert Hazelzet en 1982 (junto a Henk Bouman como parte de la fogosa integral camerística que Musica Antiqua Köln realizó para Archiv) se ve atemperada en este segundo acercamiento (Glossa, 2001), menos pasional y más académico, moderado por una flexibilidad agógica que subraya los puntales estructurales de las sonatas. Su flauta barroca de madera ofrece un colorido contraste entre la riqueza de sus notas abiertas y las veladas de dedos cruzados. El increíble control respiratorio hace sencilla la variación dinámica, a veces hasta la alternativa apagada, poco más que un murmullo. Esta introversión de Hazelzet tiene como contrapunto a Jacques Ogg a los mandos de un rico clave francés (pródigo en acordes rotos que a veces dominan la acústica) e incluso un fortepiano (copia de un Silberman ubicado en la corte prusiana y admirado por Bach en 1747) para las sonatas más modernas estilísticamente: Este es el caso de la galante BWV 1031, que se impregna de una fragancia especial, un rococó quizá adúltero (escúchese en este sentido el coqueto siciliano).
Como la certeza de hoy contradice la de ayer, excepcionalmente señalaremos el traverso moderno de Andrea Oliva, tierno y etéreo, de gran variedad de expresión (con el puntual azucaramiento del vibrato) y un fraseo relajado y respiración controlada incluso en las vertiginosas curvas. En un plano de igualdad se localiza el discreto piano de Angela Hewitt: Modelo de elegancia, claridad e independencia de las voces, de ritmo preciso y primoroso stacatto. Acertados contrastes dinámicos que ponen el foco en cada uno de los instrumentos permiten diferenciar las secciones. Exquisito el ritardandoen la conclusión del largo e dolce, recogido de manera resonante en la formidable Jesus-Christus-Kirche de Berlín (Hyperion, 2011).
La primera incursión en este repertorio de Michala Petri con el jazzista Keith Jarret al clave ha envejecido bien en las casi tres décadas desde su grabación (RCA, 1992). En esta nueva traducción el carácter improvisatorio también es fundamental para que el aséptico encuentro de solistas fecunde en conjunción camerística. A pesar de la velocidad de los tempi y sin emplear trasposición en las diversas flautas de pico modernas (según el carácter de cada movimiento), Petri da una clase magistral de soberanía técnica, distinguida y fluida (atención al efusivo vibrato en el largo e dolce). El intrépido Mahan Esfahani toma protagonismo cuando es preciso, olvidando la diferenciación concertante entre solo y ripieno y vigorizando el impulso con ritardandi-accelerandi en el andante, y ornamentando de manera abundante al macilento clave con su innovadora tapa de resonancia realizada en fibra de carbono. La viola da gamba (original de 1686) perteneciente a Hille Perl aromatiza el continuo alternando arco y sorpresivos pizzicati, equilibrando la tímbrica con su voz grave y cálida, cantando contramelodías (allegro moderato) o permaneciendo sabiamente en silencio en la breve (y excepcionalmente difícil) fuga del presto. Toma sonora atmosférica y reverberante, con la consiguiente pérdida de nitidez en los graves (Our Recordings, 2019).
Bach: Suite BWV 997
Bach: Goldberg Variations
Bach: Suite Ouverture no. 2 BWV 1067
Mozart: Four part fugue in E major arranged for string quartet, K 405/3, from J.S. Bach Wohltemperiertes Klavier II, no. 9, BWV 878
Bach: Matthaüs-Passion
– Ja, Fischer?
– Dr. Klemperer, anoche tuve un sueño… Dios aparecía y me daba las gracias por cantar la Pasión según San Mateo de Bach. Y entonces Él preguntaba: ¿Pero por qué tan lento?”.
El director frunció el ceño e indicó al cantante que retornara a su puesto. Tras la toma subsiguiente, más lenta que nunca, que hizo que los cantantes adquirieran un peligroso tono azulado, Klemperer bajó la batuta y miró a Fischer-Dieskau.
– Fischer!
– Ja, Herr Doktor? – Anoche tuve un sueño. Y Dios llegó y me dió las gracias por representar la Pasión según San Mateo. Y entonces Él preguntó: ¿Y quién diablos es este Fischer?” Como se supo mucho después, algunos solistas regrabaron a escondidas varios recitativos sin el conocimiento de Klemperer. Pero los tempi pueden ser irrelevantes, ya que la narrativa es articulada y enérgica, dentro de la concepción que sitúa al Evangelista aislado espacialmente de los acontecimientos que está desarrollando, reverencial más que dramático. El acento sobre los atriles graves de la Philharmonia Orchestra proporciona un masivo soporte a las líneas y frases en monolítico legato. El hipertrófico coro canta entregadamente doloroso, pero pierde inercia en la observación rigurosa de las fermatas. Suprema la aportación operística de los solistas vocales. Así pues, lectura flagelada, que corona, apoteósica y devastadora, la tradición sinfónica germana. Ni siquiera la última reedición mejora la brumosa toma de sonido (EMI, 1961) que no obstante permite apreciar la calidad de los instrumentistas obligatti y el sentido del vocablo Doom.
Bach: Passacaglia y fuga BWV 582
En cuanto a la paleta sonora, según la práctica común del siglo XVIII es muy probable que no estuviesen contemplados cambios de registro dentro de una misma sección para no debilitar la estructura musical. Bach procura colorido a través de cambios de articulación, tesitura y textura, por ejemplo en la parte central adelgaza las texturas por medio de los arpegios, o en la conclusión donde la suma de 5 voces gesta un audible efecto de crescendo. Sin embargo una registración con un pedal masivo (como el 32 pies que Bach amaba en Weimar) ahoga los manuales en algunas variaciones que parecen reclamar gradaciones dinámicas. Por tanto inferir cómo podría haber sido el órgano paradigma de la pieza no es tarea sencilla, dado que los autógrafos de Bach no incluyen (casi) nunca indicaciones tímbricas. Esta ausencia no se debe a indiferencia respecto al color sonoro, sino a la defensa numantina de su competencia y autoridad del secreto profesional. Así se revela en los informes periciales que elaboró sobre órganos de nueva construcción: “Nadie conocía los registros como mi padre. Ese conocimiento murió con él” (Carl Philipp Emanuel).
Ella toca al clave dos veces cada voz, y él va memorizando y construyendo en su mente, la arquitectura, la articulación de cada línea, la digitación y la registración. Helmut Walcha, ciego, necesita de la ayuda de su mujer para aprender la música que luego erigirá sobria, austera, con imponente solemnidad, en una mística comunión personal que parece excluir el mundo exterior: “Bach abre la visión a un nuevo universo”. La registración, subordinada al sentido profundo estructural, no es muy variada, pero si muy efectiva y coherente en la claridad del contrapunto, manteniendo la tensión incólume en todo el edificio. Paso moderado pero fluido y estable del tempo, disciplinado en la conexión arquitectónica de las frases, transparentando la polifonía de las voces en sutil equilibrio y construyendo sección a sección un notable crescendo sonoro. Aunque Walcha fue pionero en rechazar el órgano romántico para volver a los instrumentos históricos, el suntuoso legato y las potentes texturas quedan vacuos del sentido historicista que se ha impuesto desde entonces, pero desde luego están ahítos de sentido musical. Nadie como Walcha acentúa la brusca detención de todo movimiento en el acorde de sexta napolitana (compás 285), de expresivo énfasis cromático y apoteosis de toda la obra. Frans Casper Schnitger siguió la regla áurea en sus más nimios detalles en la construcción en 1725 del gran órgano de St. Laurenskerk, Alkmaar (Países Bajos), aunque en la época de esta grabación (DG, 1963) se habían producido cambios en la afinación y registración. Aún así, la majestad tonal del instrumento, que Walcha fidelizó e hizo famoso en todo el mundo, se muestra en el excelente sonido, penalizado por una colocación de los micrófonos cercana en exceso, tanto que en ocasiones recoge soplidos en el ataque de las notas en algunos registros (la condición del órgano estaba ya muy deteriorada y se restauró en profundidad poco después).
El paso firme, estricto y reflexivo de Lionel Rogg (Harmonia Mundi, 1970) está a la sombra del gran Walcha. La registración es variada dentro de la cercanía, la sencillez, la afabilidad, la unción ante la música. También su pureza de fraseo, sin ser clínica, tiene un ropaje de severidad eclesiástica. Johann Andreas Silbermann erigió en 1761 un instrumento de sonido efusivo y amable en los manuales, con un pedal aterciopelado, perfectamente integrados en la difuminada y cálida acústica de la Catedral de Arlesheim (Suiza). La posterior grabación para EMI (1975) sobre un órgano moderno (1965) Metzler de Catedral de St. Peter en Geneva (Suiza) posee mayor emotividad en la registración, pero adolece de una toma sonora distante.
Walter Kraft recoge la tradición interpretativa germánica (continuo legato) de mediados de siglo. De tempo moroso, no hay nada particularmente imaginativo (salvo el curioso timbre del pedal Frobenius al inicio), más bien funcionando como preludio al servicio luterano (pero esta obra de Bach no tuvo nunca esa función). Grabación de origen Vox que recoge un sucio ambiente sonoro en la Krist Kinker de Tonder, Dinamarca (Musical Concepts, 1965).
Bach: Concierto nº 1 para clave BWV 1052
Bach Suite nº 1 en Sol mayor para violonchelo solo
Así enlaza la actitud contestataria, ruda, nerviosa, de una Du Pre adolescente (EMI, 1961), bajo la órbita de Casals (el sentido del rubato, las progresiones dinámicas, y también los errores técnicos), el timbre chirriante y brusco; una interpretación por refinar en un futuro que no llegó.